The long and winding road
That leads to your door
Will never disappear
I've seen that road before
It always leads me here
Lead me to your door
Los Mapas Cognitivos Borrosos (MCBs, Fuzzy Cognitive Maps, FCMs) son una herramienta muy utilizada en la inteligencia artificial, el análisis de sistemas y, más recientemente, en campos como la psicología y la terapia constructivista en el que hemos centrado nuestros propios trabajos en forma de publicaciónes (Botella, 2007; 2021; 2024; Botella & Saúl, 2024; Botella et al., 2022; Saúl et al., 2022; 2023) así como PsychLab, que es un laboratorio virtual sobre el cambio psicológico desarrollado por Luis Ángel Saúl y Alejandro Sanfeliciano que contiene herramientas para la exploración del Sistema de Significados Personales, evaluación de su estructura, representación del sistema a través de Mapas Cognitivos Borrosos y sus dinámicas de cambio que permiten simular la evolución del sistema a través de un modelado matemático e identificar trabas psicológicas que dificultan el cambio. Los MCBs se basan en la idea de que los conceptos no son sólo ni siempre dicotómicos o binarios ni las relaciones entre ellos absolutas ni fijas, sino que pueden ser representadas mediante grados de pertenenca o influencia, permitiendo un modelado más flexible y adaptativo de la realidad—que a menudo es un camino largo y tortuoso como decían The Beatles en el tema cuya letra he usado al principio de esta entrada.
En la vida cotidiana, nuestras mentes operan de manera similar--de ahí el atractivo de los MCBs. Rara vez tomamos decisiones radicales basadas en certezas absolutas, probablemente porque el mundo constituye un sistema tan enormemente complejo que tales decisiones suelen llevar al desastre. En general nuestras decisiones y percepciones están influenciadas por una multitud de factores que interactúan entre sí de maneras complejas--¡al menos cuando se trata de decisiones inteligentes! Estos factores pueden ser emocionales, cognitivos, contextuales o sociales, y las interacciones entre ellos no siempre son claras o lineales sino largas y tortuosas.
¿Qué es un Mapa Cognitivo Borroso (MCB)?
Los MCBs combinan aspectos de la lógica borrosa/difusa/multivaluada (fuzzy logic) con los mapas conceptuales tradicionales. Mientras que los mapas conceptuales clásicos representan las conexiones entre conceptos mediante relaciones estáticas o jerárquicas (es decir, A influye o pertenece a B de una manera fija), los FCMs son imágenes causales del mundo que permiten grados de influencia que pueden variar entre valores positivos, negativos o neutros. Esto permite una representación más realista de los sistemas complejos, en la cual las relaciones no son siempre dicotómicas ni lineales, sino que están llenas de matices.
Cada nodo de un MCB representa un concepto, idea o variable multivaluada, y las conexiones entre los nodos (aristas) reflejan cómo un concepto afecta a otro también de forma multivaluada. Estas relaciones están ponderadas en un rango que va de -1 a 1, donde el valor de la ponderación indica la fuerza y la dirección de la influencia. Un valor de 1 indica una fuerte influencia positiva, mientras que un valor de -1 indica una fuerte influencia negativa.
MCBs y toma de decisiones
Los MCBs no sólo son una herramienta técnica para el modelado causal de sistemas complejos, sino también una metáfora útil para entender cómo nuestras mentes procesan la información en situaciones complejas y un instrumento potentísimo de simulación. Como ya he ido diciendo, en lugar de operar con un modelo rígido y dicotómico de causa y efecto, nuestras decisiones (insisto, al menos las que aspiran a ser inteligentes) a menudo reflejan la interacción de múltiples factores multivaluados, algunos de los cuales se influyen mutuamente de maneras sutiles.
Por ejemplo, cuando una persona enfrenta una decisión importante, tal como mudarse a una nueva ciudad o cambiar de carrera, su proceso de toma de decisiones no se suele reducir simplemente a un factor que se da en modo "sí al 100% o no al 100%)". En lugar de eso, está probablemente influenciado por una serie de factores, por ejemplo y entre otros:
- Emociones personales (miedo, entusiasmo, ansiedad…),
- Condiciones externas (apoyo social, estabilidad económica…),
- Crecimiento personal (oportunidades de desarrollo profesional…),
- Consecuencias imprevistas (nuevas responsabilidades o relaciones…),
- Aspectos identitarios (idioma, identificación con la cultura local, estilo de vida, gastronomia...),
- Contexto familiar (distancia, separación, edad de los padres…).
Cada uno de estos factores influye en la decisión de manera multivaluada y variable, y sus interacciones crean un proceso de pensamiento que puede parecer confuso o incierto si lo miramos exclusivamente en términos binarios. Eso explica que si enfocamos la decisión con el típico proceso de computar ventajas en una columna y desventajas en otra, puntuarlas y sumar, a menudo nos encontremos con que la opcón ganadora... no nos satisface (por ejemplo porque aunque sea la más racional no tiene lo bastante en cuenta nuestra pasión por el estilo de vida del nuevo destino y así genera una sensación de que no nos ilusiona). Un MCB es útil precisamente porque permite captar esta complejidad, reconociendo que las relaciones entre los factores son multivaluadas.
Así, aunque el camino sea largo y tortuoso, si disponemos de un mapa que lo modela de forma adecuada (es decir, multivaluada) al menos podemos sentirnos seguros al recorrerlo anticipándolo.
MCBs en la terapia constructivista
En el ámbito de la terapia constructivista, los MCBs ofrecen un marco interesante para trabajar con los clientes que por ejemplo enfrentan dilemas complejos o sentimientos de confusión--y en general, no sólo para eso, pero esta entrada está centrada en este tema en concreto. En lugar de reducir los problemas a simples dicotomías (del estilo de "éxito total" versus "fracaso total"), se invita a los clientes a identificar los grados de gris de los múltiples factores que influyen en su situación y a examinar cómo interactúan multicausalmente entre sí... ¡y ademas cambiando como consecuencia de la experiencia!
Al construir un MCB, terapeuta y cliente pueden visualizar estas influencias de manera más clara y encontrar patrones en los pensamientos, creencias o emociones del cliente. Algunos pasos clave en este proceso incluyen:
- Identificación de conceptos clave: El cliente identifica los principales factores que están influyendo en su situación actual. Estos pueden ser creencias, emociones, experiencias o expectativas.
- Establecimiento de relaciones entre ellos: A continuación, se exploran las relaciones entre estos conceptos. Por ejemplo, una persona podría reconocer que su miedo al fracaso está relacionado con una baja autoestima, que a su vez está influenciada por experiencias pasadas de fuertes críticas cuando era pequeña.
- Asignación de pesos: Cada relación entre los conceptos se pondera de acuerdo con el grado de influencia percibido. Esto permite al cliente ver cómo ciertos factores pueden tener más peso en su proceso de toma de decisiones que otros.
- Experimentación con el MCB como modelo de simulación: La estructura y las relaciones funcionales que definen al MCB así como su naturaleza de modelo permiten experimentar con futuros alternativos (y pasados y presentes de hecho) cambiando absolutamente todo lo que se quiera y sin el riesgo de hacer esos cambios en la vida real, si es que es factible, y las posibles consecuencias irreversibles que eso puede tener. Cuando se “juega” con el MCB y el resultado no nos satisface… ¡se vuelve a probar!
- Reevaluación y ajuste: Con el mapa en la mano y con la experiencia del punto anterior, que puede ser sumamente sofisticada como veremos en el caso que se incluye luego, cliente y terapeuta pueden trabajar juntos para ajustar los pesos de las relaciones, cambiar las conexiones añadiendo o eliminando las que se quiera, reorganizar el MCB por completo o identificar nuevos factores que antes no se habían considerado. La finalidad del MCB es modelar la realidad (subjetiva, claro) de nuestras vidas así que la forma de contrastar si tales cambios en él son útiles o no es... contrastándolo con la vida. Es como si combinamos la noción de Sistema de Constructos Personales con el Design Thinking.
Cómo utilizar los MCBs en la vida diaria
Incluso si no estás en terapia, puedes aplicar el enfoque de los MCBs para aclarar decisiones complicadas o situaciones emocionales confusas. A continuación se presentan algunos pasos prácticos para comenzar, aplicados a un ejemplo de si confiarle un secreto delicado a una amiga o no, lo cual como veremos en el caso de Ana que se incluye más adelante puede ser un proceso casi shakespeariano... cargado de emociones, conflictos de lealtades y posibles consecuencias indeseables y temidas:
- Desglosa los factores: Cuando te enfrentes a una decisión, trata de identificar las diferentes dimensiones/factores/constructos que están influyendo en tu pensamiento. Pueden ser factores internos (emociones, creencias…) o externos (circunstancias, presiones sociales…). Por ejemplo, en este caso:
- Internos (emociones y creencias):
- Miedo a ser traicionado: Te preocupa que, si confías este secreto, tu amiga podría no mantener la confidencialidad.
- Deseo de compartir la carga emocional: Guardar el secreto te está generando angustia, y sientes que compartirlo con alguien te aliviaría.
- Confianza en la amistad: Crees que tu amiga es alguien leal y confiable... o no.
- Inseguridad: Te cuestionas si tu amiga ha sido completamente confiable en el pasado.
- Necesidad de conexión: Sientes que compartir este secreto podría fortalecer el vínculo entre ambas.
- Externos (circunstancias y presiones):
- Posibles consecuencias: Si el secreto se filtrara, podría tener consecuencias graves (por ejemplo, en relaciones o en tu vida profesional... o incluso legales).
- Presión social: Quizás hay otras personas cercanas a ambas que esperan que confíes en tu amiga.
- Su historial de confidencialidad: Evalúas si tu amiga ha sabido mantener secretos de otros en el pasado.
- Reputación de tu amiga: ¿Cómo la ven los demás en cuanto a su confiabilidad?
- Explora las relaciones: Reflexiona sobre cómo estos factores se influyen mutuamente. Por ejemplo:
- El miedo a ser traicionado está relacionado con la inseguridad sobre si tu amiga siempre ha sido discreta. Si en el pasado compartió confidencias de otras personas, ese miedo será más fuerte.
- El deseo de compartir la carga emocional se relaciona con tu necesidad de conexión. Compartir algo importante con tu amiga podría hacer que te sientas más cercano a ella, lo que refuerza la relación.
- La confianza en la amistad entra en conflicto con el miedo a ser traicionado. Aunque confías en ella, la duda sobre su capacidad de mantener secretos genera una tensión interna.
- Las posibles consecuencias amplifican el miedo a ser traicionado. Si las consecuencias de que el secreto salga a la luz son muy graves, ese miedo puede volverse el factor principal en tu decisión.
- Evalúa la intensidad de las influencias: Piensa en qué medida cada factor está afectando tu decisión (y entre sí). Algunos pueden tener una influencia más fuerte que otros, y reconocer esto te ayudará a aclarar dónde necesitas hacer ajustes. Por ejemplo, en una escala de 0 a 1 en que
0.0 = Ninguno/Nulo/Inexistente
0.1 = Muy bajo/Mínimo/Casi inexistente
0.2 = Bajo/Débil
0.3 = Moderadamente bajo/Ligero
0.4 = Moderado/Algo presente
0.5 = Neutro/Intermedio/Moderadamente presente
0.6 = Moderadamente alto/Considerable
0.7 = Alto/Fuerte
0.8 = Muy alto/Muy fuerte
0.9 = Extremadamente alto/Casi completo
1.0 = Total/Absoluto/Completo
A. Miedo a ser traicionado: 0.8
B. Deseo de compartir la carga emocional: 0.7
C. Confianza en la amistad: 0.6
D. Inseguridad: 0.5
E. Posibles consecuencias: 0.9
F. Presión social: 0.4
G. Su historial de confidencialidad: 0.6
H. Necesidad de conexión: 0.7
En este caso, se puede ver que el miedo a ser traicionado y las posibles consecuencias tienen un peso muy alto, lo que le hace a uno más cauteloso en el momento de compartir el secreto. Sin embargo, el deseo de compartir la carga emocional y la necesidad de conexión también son altos, lo que sugiere que hay una parte de uno que realmente quiere abrirse y confiar en la amiga.
Además, las relaciones entre los factores no son lineales ni absolutas, sino que se influyen mutuamente con grados variables de intensidad. A continuación, se muestran algunos ejemplos de cómo se podrían relacionar estos factores y la posible intensidad de las conexiones ponderadas entre ellos (por supuesto de forma subjetiva y personal) de -1 a 1--el signo indica la dirección de la conexión, la interpretacion semántica de las puntuaciones es la misma que mencionaba en el punto 3.
Ejemplo de relaciones:
- Miedo a ser traicionado (A) y Confianza en la amistad (C): Relación: -0.7. (Cuanto más confianza tienes en tu amiga, mucho menor es el miedo a ser traicionado).
- Miedo a ser traicionado (A) e Inseguridad (D): Relación: 0.8. (Cuanta más inseguridad sientas sobre ti mismo o sobre la amistad, muchísimo más fuerte será tu miedo a ser traicionado).
- Deseo de compartir la carga emocional (B) y Necesidad de conexión (H): Relación: 0.9. (Si tienes una alta necesidad de conexión, es extremadamente probable que desees compartir la carga emocional con alguien).
- Confianza en la amistad (C) y Su historial de confidencialidad (G): Relación: 0.8. (Si tu amiga ha sido confiable en el pasado, aumentarás tu confianza en ella muchísimo).
- Posibles consecuencias (E) y Miedo a ser traicionado (A): Relación: 0.9. (Si las consecuencias de compartir el secreto son graves, el miedo a ser traicionado aumenta enormemente).
- Confianza en la amistad (C) y Posibles consecuencias (E): Relación: -0.5. (Si confías más en tu amiga, las posibles consecuencias negativas te parecerán menos probables).
- Inseguridad (D) y Su historial de confidencialidad (G): Relación: -0.7. (Si tu amiga tiene un buen historial de confidencialidad, tu inseguridad disminuirá mucho).
- Presión social (F) y Deseo de compartir la carga emocional (B): Relación: 0.4. (La presión social puede aumentar moderadamente tu deseo de compartir lo que te preocupa, pero no será el único factor).
- Miedo a ser traicionado (A) y Deseo de compartir la carga emocional (B): Relación: -0.6. (Cuanto mayor sea tu miedo a ser traicionado, será considerablemente más difícil que actúes según tu deseo de compartir el secreto).
- ¿Qué pasará si reduzco el riesgo?: Si decides compartir sólo una parte del secreto, puedes reducir las posibles consecuencias, disminuyendo el valor de ese factor (por ejemplo, de 0.9 a 0.5). Esto podría hacerte sentir más cómodo al compartirlo, ya que el riesgo sería menor.
- ¿Y si hablo primero con mi amiga sobre la importancia de la confidencialidad? Si tienes una conversación previa con tu amiga acerca de lo importante que es mantener la privacidad en esta situación, podrías aumentar tu confianza en la amistad (por ejemplo, de 0.6 a 0.8), lo que a su vez podría reducir tu miedo a ser traicionado.
- Me vienen a la mente situaciones similares... Si recuerdas momentos en los que tu amiga ha guardado secretos de otros o te ha apoyado en situaciones delicadas, esto podría disminuir tu inseguridad y reforzar la confianza.
- Si con el tiempo ves que tu amiga demuestra una mayor capacidad para ser discreta en otras situaciones, tu confianza en la amistad puede aumentar (por ejemplo, de 0.6 a 0.9), y tu miedo a ser traicionado puede disminuir (de 0.8 a 0.4). Eso tendrá consecuencias en todo el MCB dado que es un sistema complejo.
- Si encuentras una forma de gestionar las posibles consecuencias o estas se diluyen con el tiempo, este factor también puede reducir su impacto, facilitando la decisión de compartir el secreto. Eso también tendrá consecuencias en todo el MCB.
- Así, con este mapa en mente, puedes ajustar las relaciones y evaluar qué sucede si cambian los factores. Por ejemplo:
- Escenario 1: Si tienes una conversación con tu amiga sobre lo importante que es la confidencialidad y ella reafirma su compromiso, podrías ajustar la relación entre Confianza en la amistad (C) y Miedo a ser traicionado (A), disminuyendo el miedo (de -0.7 a -0.3) y aumentando tu confianza (de 0.6 a 0.9). De nuevo eso también tendrá consecuencias en todo el MCB.
- Escenario 2: Si piensas en las posibles consecuencias y ves que no son tan graves como inicialmente pensabas, la relación entre Posibles consecuencias (E) y Miedo a ser traicionado (A) puede reducirse de 0.9 a 0.4, lo que disminuye significativamente tu temor de compartir el secreto. Una vez más... eso también tendrá consecuencias en todo el MCB.
A medida que vayas ajustando los factores y viendo cómo cambian las ponderaciones, puedes re-evaluar/reconstruir tu mapa--al fin y al cabo en eso consiste la psicoterapia ¡y sobre todo la vida! Si ves que la relación de confianza con tu amiga se fortalece con el tiempo, podrías seguir reduciendo la influencia del Miedo a ser traicionado (A) y aumentar la del Deseo de compartir la carga emocional (B). Pero si algo cambia en su comportamiento (por ejemplo, un mal manejo de la confidencialidad con otros), podrías volver a ajustar el mapa en sentido contrario.
Resumen de los factores clave y relaciones:
- El Miedo a ser traicionado (A) está influenciado por la Inseguridad (D) y las Posibles consecuencias (E), pero también puede disminuir con un Historial de confidencialidad (G) positivo y mayor Confianza en la amistad (C).
- El Deseo de compartir la carga emocional (B) está alimentado principalmente por la Necesidad de conexión (H), pero puede ser contrarrestado por el Miedo a ser traicionado (A).
- Las Posibles consecuencias (E) tienen una fuerte influencia sobre el Miedo a ser traicionado (A) y pueden disminuir si la confianza crece.
- La Confianza en la amistad (C) depende del Historial de confidencialidad (G), y a su vez, afecta la Inseguridad (D) y el Miedo a ser traicionado (A).
Aquí te dejo la historia de Ana que muestra cómo alguien ya de por sí muy reflexivo se guía por un MCB para tomar esa decisión sobre si confiar un secreto muy comprometedor a una amiga y como eso aumenta exponencialmente su propia reflexividad.
Ana y el Secreto Comprometedor
Llevo días con este peso en el pecho, como si algo invisible me estuviera asfixiando el alma. En el trabajo las cosas no están bien, lo sé. La empresa está considerando un despido masivo, y me temo que mi nombre está en la lista. Este tipo de información no es fácil de manejar, especialmente cuando sientes que no puedes compartirla con nadie. No es que me lo hayan dicho oficialmente, pero lo sé. Y saberlo sin poder hablar de ello me está consumiendo.
Me siento sola. Tal vez es lo que más me pesa, más que el miedo al despido en sí. Ser una de las pocas personas que conoce este secreto me hace sentir como si estuviera cargando una mochila que cada día se vuelve más pesada. Necesito descargarla, hablar con alguien, pero… ¿con quién?
Carla. Mi mejor amiga. Siempre ha estado ahí, y hemos compartido tantos momentos, tantas confidencias. En otro momento, sin dudarlo, le habría contado todo. Pero esta situación es distinta. Este secreto no es cualquier cosa, no es sólo mío, es algo que podría afectarme profundamente si llegara a salir a la luz... si la noticia saltase a los medios, y tratándose de una empresa con la relevancia social de esta y con más de 1.000 trabajadores afectados, la filtración sería incluso denunciable. ¿Podría Carla callarse algo así? No estoy segura, y ese "no estar segura" me está volviendo loca. No quiero dudar de ella, pero es que hay tanto en juego.Esta noche decidí enfrentarme al dilema de frente. No puedo seguir así, postergando una decisión que cada día parece más urgente. Me senté en mi escritorio a las 3 de la mañana dispuesta a pensar en cómo manejarlo hasta llegar a una salida. Recordé lo que estaba trabajando en terapia sobre los Mapas Cognitivos Borrosos, una forma de desglosar decisiones complicadas y ver cómo se conectan las emociones, los miedos y los riesgos. Quizá era el momento de ponerlo en práctica... quizá ahora tenía más sentido que nunca. En esa extraña lucidez de las 3 de la mañana, sentada con un té a la luz de mi escritorio de repente ví qué tenía que hacer.
Primero, desglosé los factores. El más obvio era mi miedo a que Carla pudiera traicionarme. No intencionalmente, claro, pero ¿y si lo dejaba escapar en una conversación casual? Las consecuencias serían devastadoras. No sólo perdería mi trabajo, sino que también se sabría que yo lo sabía antes que los demás. Podían incluso denunciarme o abrirme un expediente. Esa idea me paraliza.
Pero por otro lado, está el peso de cargar esto sola. El deseo de compartirlo, de sentir que alguien más entiende lo que estoy pasando, es enorme. Y además, está la confianza que siempre he tenido en Carla. ¡Hemos pasado tanto juntas! Siempre ha sido mi confidente y yo la suya. ¿No es injusto dudar de ella justo ahora?
El problema es que no hay certezas. Puedo evaluar y sopesar los riesgos, pero siempre me quedará esa duda. Necesito explorar estas relaciones, estas conexiones entre mi miedo, mi necesidad emocional y lo que podría pasar si Carla no guarda el secreto. Es complicado, son las tres de la mañana, pero tengo que hacerlo.
Así, empecé a enumerar:
- Miedo a ser traicionada: No podía dejar de pensar en lo que pasaría si Carla, sin mala intención, lo comentara a alguien más. El secreto podría salir a la luz, saltar a la prensa y a redes sociales y poner mi puesto de trabajo y mi futuro laboral en peligro.
- Deseo de compartir la carga emocional: Sentía una enorme presión emocional. Quería hablar con alguien de confianza para descargar mis pensamientos y aliviar la ansiedad. ¿Era eso puro egoismo o inseguridad infantil?
- Confianza en la amistad: Carla siempre había sido una amiga leal. Hasta ese momento, no había razones claras para desconfiar de ella, pero este era el mayor secreto que yo le habría confiado. En comparacion con eso todo lo demás paecían cotilleos.
- Posibles consecuencias: Si la información salía de alguna manera, yo podría enfrentar graves problemas en el trabajo, y el rumor podría afectar a mi reputación profesional. Ya me veía teniendo que emigrar y buscando un trabajo de auténtico subempleo en un sitio en que nadie me conociese.
- Su historial de confidencialidad: Carla era conocida por ser reservada, pero en un par de ocasiones había contado pequeños detalles de conversaciones privadas que no eran importantes, lo que ahora me generaba inseguridad en ella.
- Necesidad de conexión: Pero por otro lado sentía que compartir este momento difícil con Carla podría fortalecer aún más nuestra amistad.
Una vez que identifiqué los factores que estaban empujándome en distintas direcciones, me tomé un momento para reflexionar sobre cómo se influían entre sí. No era sólo una cuestión de "¿confío o no confío en Carla?"—ojalá fuera tan simple—sino que había una red de emociones y consecuencias que se entrelazaban, creando un dilema mucho más complejo que parecía sacado de Hamlet.
El miedo a ser traicionada era lo primero que emergía. Si Carla rompía la confidencialidad, por accidente o incluso sin malicia, las consecuencias podrían ser devastadoras. Mi trabajo, mi reputación, todo podría venirse abajo. Este miedo no me dejaba en paz, pero me di cuenta de que no surgía de la nada. Se alimentaba de mi inseguridad, de esa duda que siempre parece asomar la cabeza cuando más necesito certezas. Y esa inseguridad, a su vez, estaba relacionada con el hecho de que Carla, aunque siempre leal, en algún momento había dejado escapar algún detalle sin importancia de otros.Pero entonces, estaba el otro lado: el deseo de compartir la carga emocional. Llevo semanas sintiendo que este secreto es una sombra que me sigue a todas partes. Siento que hablarlo con alguien, especialmente con Carla, me liberaría un poco de ese peso. Es como si parte de mi mente estuviera suplicando por ese alivio. Y ese deseo de compartir está alimentado por mi necesidad de conexión con ella. Después de todo, ¿qué es una amistad si no podemos confiar en los momentos difíciles? Pensar en esto hacía que el miedo retrocediera, al menos por un rato.
Por supuesto, la confianza en la amistad estaba ahí, flotando como un punto intermedio entre el miedo y el deseo de abrirme. Sí, he confiado en Carla antes, pero ¿es suficiente en esta situación? La naturaleza del secreto hace que me cuestione si esa confianza pasada puede sostener el peso de algo tan delicado. Es como si hubiera una lucha entre lo que he vivido con ella y lo que podría suceder ahora, en este contexto tan frágil.
Y luego están las posibles consecuencias. Si decido no decir nada, seguiré cargando esto sola, con toda la angustia y el aislamiento que eso conlleva. Pero si lo comparto y algo sale mal… podría perder mucho más. Es una cuestión de riesgos, de equilibrar lo que estoy dispuesta a perder con lo que puedo ganar emocionalmente.
Mientras observaba cómo estos factores se relacionaban, me di cuenta de que todo estaba conectado. Era evidente en el mapa que estaba trazando porque si activaba un nodo se activaban todos los demás, en una danza hermosa pero preocupante a la vez. El miedo a ser traicionada aumentaba mi inseguridad, lo que debilitaba mi confianza en la amistad. Al mismo tiempo, mi necesidad de compartir este peso emocional hacía que ese miedo pareciera, a ratos, menos importante, como si la urgencia por aliviarme eclipsara el riesgo. Pero las posibles consecuencias siempre volvían a recordarme lo que estaba en juego.
- Mi miedo a ser traicionada estaba estrechamente relacionado con las posibles consecuencias. Cuanto más graves fueran las consecuencias si el secreto se filtraba, más aumentaba mi miedo. Por eso, este factor estaba pesando mucho en mi decisión.
- Mi confianza en la amistad me hacía dudar de mi propio miedo. Carla había sido una amiga sólida durante muchos años, lo que reducía un poco la intensidad de mi temor.
- El deseo de compartir la carga emocional estaba creciendo. Había tenido insomnio durante varias noches, y sentía que necesitaba aliviarme emocionalmente. Sin embargo, mi miedo a ser traicionada lo contrarrestaba.
- El historial de confidencialidad de Carla me generaba una ligera desconfianza. Aunque no había desvelado confidencias serias, esos pequeños comentarios en el pasado sembraban una duda en mi.
Pero no era sólo eso. El peso del deseo de compartir la carga emocional también era fuerte, con un 0.7. Sabía que si pudiera hablar con Carla sentiría un alivio inmediato. Tener a alguien con quien compartir este secreto, aunque sólo fuera para desahogarme, me liberaría del nudo que tengo en el estómago. Esa necesidad de hablar, de conectar, me empujaba casi con la misma fuerza con que el miedo trataba de detenerme.
La confianza en la amistad la evalué en un 0.6. Ha sido mi amiga durante años, y hemos pasado por mucho juntas. Pero ahora, en este momento, esa confianza no parecía tan firme. Aunque había sido confiable en el pasado, la duda seguía ahí, persistente. No era que no confiara en ella en absoluto, pero no podía negar que ese nivel de confianza no era tan alto como para sobrepasar los miedos que tenía.
Y entonces llegamos al peso aplastante de las posibles consecuencias, que calculé en 0.9. Este era el factor que más me frenaba. Si Carla traicionaba mi confianza, ya fuera por accidente o por imprudencia, las repercusiones serían devastadoras. Perder mi trabajo, enfrentar una situación pública embarazosa, tal vez incluso dañar mi reputación. Las consecuencias eran casi insoportables de imaginar, y eso hacía que cada vez que pensaba en abrirme, este temor me hiciera retroceder.
El historial de confidencialidad de Carla lo valoré en 0.5, lo cual me parecía justo. Ha sido buena amiga, pero también ha habido momentos en que se le han escapado pequeños detalles de otras personas. Nunca algo grande, nunca algo así de importante, pero el hecho de que no fuera completamente sólida en ese aspecto me hacía mantener la cautela.
Finalmente, estaba mi necesidad de conexión, que ponderé en 0.7. Me siento sola con esto. Mi necesidad de sentirme escuchada, comprendida, de no estar sola con este peso emocional, es alta. Quiero hablar con alguien, y Carla es la persona más cercana a la que podría recurrir. Pero ese deseo de conexión, aunque fuerte, todavía no superaba la influencia que el miedo y las consecuencias estaban ejerciendo sobre mí.
De nuevo lo apunté y lo resumí así:
- Miedo a ser traicionada: 0.8 (muy alto)
- Deseo de compartir la carga emocional: 0.7 (alto)
- Confianza en la amistad: 0.6 (moderadamente alta)
- Posibles consecuencias: 0.9 (extremadamente altas)
- Su historial de confidencialidad: 0.5 (media)
- Necesidad de conexión: 0.7 (alta)
Después de revisar estas ponderaciones, lo que me quedó claro fue que el miedo a las consecuencias y el miedo a ser traicionada estaban dictando mi (in)decisión. A pesar de mi deseo de hablar y mi confianza en la amistad, esos temores tenían un peso mucho mayor. Esa realidad me hacía ser extremadamente cautelosa. Sabía que quería hablar del tema, lo anhelaba, pero el riesgo me estaba haciendo poner frenos a ese impulso.
Escenario 1: Hablar primero sobre la confidencialidad.
Me imaginé acercándome a Carla, no para contarle directamente el secreto, sino para hablar sobre la importancia de la confidencialidad. Una conversación honesta en la que le explicara cómo este tema me afecta y lo crucial que es para mí que cualquier cosa que le confíe permanezca entre nosotras. Quizá, con esa conversación, podría evaluar su reacción. Si Carla respondiera de manera comprensiva y con seriedad, podría sentirme mucho más segura sobre su capacidad para manejar la situación.
Si esto salía bien, mi confianza en la amistad podría aumentar considerablemente, de ese 0.6 que se sentía moderadamente alto a un 0.8 o 0.9, muy alto. Si Carla demostraba con palabras y actitudes que comprendía la gravedad del asunto, que realmente valoraba nuestra amistad y mi confianza en ella, el miedo a ser traicionada podría disminuir también, de un alarmante 0.8 a un 0.5, algo más manejable, algo que me permitiera abrirme con menos temores.Escenario 2: Compartir sólo una parte del secreto.
El segundo escenario que imaginé era más prudente, casi como una prueba. ¿Y si compartiera sólo una parte del secreto, algo menos delicado pero relacionado? Si Carla podía manejar bien esa información, sin dejar que nada se escapara, entonces podría considerar contarle el resto.
Si optara por este camino, las posibles consecuencias parecerían mucho menos amenazantes. En lugar de estar en un 0.9, donde cualquier error podría ser devastador, podrían reducirse a un 0.5, un riesgo más equilibrado. Con las consecuencias siendo menos graves, mi miedo a ser traicionada también disminuiría, al menos un poco, quizá hasta un 0.6, aún presente pero no tan paralizante como antes.
Estos escenarios me dieron una sensación de control que no había sentido en días. Me ofrecieron una salida, una forma de abordar la situación sin lanzarme al vacío de la incertidumbre. Claro, seguía habiendo riesgos, pero al menos me sentía mejor preparada para enfrentarlos de manera más calculada, sin dejar que el miedo decidiera por mí.
No sentía que debiera apresurarme. No tenía por qué tomar una decisión en ese momento, con el miedo revoloteando sobre mí y la duda ensombreciendo cada pensamiento. Decidí darme espacio, observar. Me tomaría el tiempo para ver cómo Carla manejaba otras situaciones de confidencialidad en las próximas semanas. Si demostraba ser la amiga leal que siempre había sido, mi inseguridad se iría desmoronando poco a poco. Podría construir más confianza antes de confiarle algo tan delicado. Y, con esa calma que había sido esquiva hasta ahora, me sentí más tranquila. No compartiría nada en ese momento, pero tampoco lo descartaría para siempre. Simplemente, observaría.
Me dije que, a medida que pasaran los días, ajustaría mi decisión según lo que viera y sintiera. Si Carla demostraba ser discreta en otros aspectos, mi confianza en ella crecería, y mis miedos, esas sombras inquietantes, empezarían a disiparse. Pero si algo no cuadraba, si la veía cometer pequeñas indiscreciones, sabría que no era el momento ni la persona. Así que, en lugar de precipitarme, me puse a pensar en cómo podría cambiar la situación según los distintos escenarios.
Si durante las próximas semanas Carla maneja con cuidado las conversaciones con otras personas, si la veo proteger secretos que no son suyos y ser prudente en sus palabras, mi confianza en ella crecería como una flor que, al fin, encuentra luz. Mi confianza en la amistad podría pasar de ese tambaleante 0.6 a un sólido 0.8 o 0.9. Y entonces, ¿qué tendría que temer? El miedo a ser traicionada se reduciría, cayendo de su imponente 0.8 a algo mucho más manejable, un 0.5. No desaparecería del todo, claro, pero al menos ya no me paralizaría.
Y en cuanto a las posibles consecuencias, bueno, si la confianza crece, también decrece la percepción de riesgo. De 0.9 a 0.5. Todo se volvería más equilibrado. Podría sentirme lo suficientemente segura para abrirme, para compartir lo que tanto me pesa, sabiendo que Carla sabría mantenerlo en silencio. Tal vez sería el momento de confiar.
Pero, ¿y si sucediera lo contrario? ¿Y si en los próximos días noto esos pequeños deslices, esos comentarios sin malicia pero llenos de descuido, en los que Carla deja escapar detalles de conversaciones que no son suyas? Si eso ocurriera, todo sería diferente. La confianza en la amistad caería. No mucho, pero lo suficiente para hacerme dudar más de lo que ya lo hacía. Bajaría de 0.6 a 0.4, lo suficiente para que el miedo a ser traicionada escalara, subiendo a 0.9. Entonces, el temor sería más grande que el deseo de compartir, y me alejaría de la idea de contarle mi secreto.Las posibles consecuencias seguirían ahí, inamovibles en un preocupante 0.9 o tal vez incluso llegando a 1. ¿Para qué arriesgarme si ya sé lo que podría pasar? Decidiría no decirle nada. Mejor mantener mi silencio que enfrentar el daño potencial.
Pero la vida tiene sus propias maneras de resolver las cosas. Y me puedo imaginar que, en este tercer escenario, algo cambia en el trabajo. Quizá la empresa, al fin, hace un anuncio oficial sobre los despidos, y lo que hasta ahora era un secreto angustiante se vuelve público. Entonces el peso que llevo conmigo se aligeraría sin necesidad de decir nada. Las posibles consecuencias bajarían por sí solas, de ese abrumador 0.9 a un simple 0.3. El riesgo ya no sería tan grave.
En ese caso, mi miedo a ser traicionada también se reduciría, porque aunque Carla no guardara el secreto a la perfección, las consecuencias no serían tan devastadoras. Podría permitirme abrirme, tal vez no por necesidad, sino por el simple hecho de compartir mi preocupación con alguien cercano, sin que el temor me estrangulara. Y la confianza en la amistad, aunque no fuera absoluta, podría estabilizarse en un 0.7, lo suficiente para sentir que la conexión con Carla es valiosa, aunque no infalible.
Cada escenario me ofrecía algo diferente, pero sobre todo me daba tiempo. No había prisa. No tenía que decidir ahora. Mi decisión podía esperar, crecer, madurar con los días. Porque, al final, lo importante no era sólo el secreto, sino cómo me sentiría al compartirlo. La seguridad de que, cuando llegara el momento, mi confianza estaría bien colocada. Y mientras tanto, observaría. Vería cómo se desenvuelve Carla. Y con cada pequeña observación, ajustaría mis pensamientos, mi confianza y mis miedos, dejando que el tiempo me diera la respuesta que hoy no tengo. Necesitaba descansar... llevaba más de dos horas reflexionando con la ayuda del mapa y estaba dando vueltas a lo mismo en ese momento. Volví a la cama y pude dormir unas tres horas más, no sé si lo llamaría exactamente descansar pero sí que me levanté mucho más lúcida y aliviada.
Para mi alivio, Carla me escuchó con atención, seguro que estar las dos solas en casa ayudó, de hecho recuerdo que puso el iPhone en silencio y lo dejó en su bolso en el recibidor de casa. No hubo signos de incomodidad o distracción en su rostro mientras yo hablaba. Al contrario, su respuesta fue más que comprensiva, cariñosa y sincera. Me aseguró que siempre había valorado mi confianza y que entendía perfectamente la responsabilidad que eso conllevaba. Incluso me hizo sentir que, para ella, mis palabras y mi confianza eran algo sagrado. Lo que le contara, me dijo, no saldría de sus labios. Se llevó la mano al corazón y me miró fijamente a los ojos con una mirada profunda que no olvidaré. Fue un momento que sentí genuino, de esos que no pueden fingirse.
Esa reacción me hizo sentir algo que no había experimentado en semanas: seguridad. De repente, el miedo dejó de parecer tan insuperable. La confianza en la amistad que antes estaba en un tambaleante 0.6, creció hasta un sólido 0.9. No es que todo el miedo desapareciera, pero Carla, con sus palabras y su actitud, me recordó por qué había sido mi mejor amiga y confidente durante tanto tiempo. Brindamos con el excelente vino que Carla había traído para acompañar la cena. Me hizo un guiño de complicidad y todo pareció encajar en ese momento a la luz de las velas de la mesa.
Mi miedo a ser traicionada comenzó a desvanecerse. No es que se esfumara del todo, porque en mi interior siempre hay una parte que duda, pero sentí cómo ese 0.8 que me había estado aprisionando se reducía a un 0.5. Aún estaba allí, pero ya no era el dueño de mi decisión. Ya no gobernaba mis pensamientos. La conversación había hecho que parte de esa carga se aligerara, como si las dudas se hubieran disipado un poco.
Las posibles consecuencias, claro, seguían ahí, inamovibles. Sabía que si el secreto salía a la luz, las repercusiones serían graves, casi devastadoras. Esto no era un juego. Así que, aunque el temor de que Carla rompiera esa confianza disminuyó, las consecuencias no cambiaban. Seguían siendo 0.9, porque, aunque confiara más en Carla, el riesgo seguía siendo el mismo si algo fallaba.
Con la confianza renovada y el miedo reducido, sentí que podía dar el paso de confiar en Carla. Pero mejor no del todo. Aunque su respuesta me tranquilizó, no quise ser imprudente. Quizá revelar parte del secreto, algo que no me dejara tan expuesta, sería lo mejor. Sería una manera de probar cómo manejaba la situación, de ver si la lealtad que me había prometido en la conversación se traducía en actos. Sabía que seguía siendo una apuesta, pero una que ahora me parecía más razonable.
Decidí que no compartiría todo de inmediato, sino que iría paso a paso. Le diría una parte, lo suficiente para que ella entendiera lo importante, pero sin dejarme completamente vulnerable. De este modo, si algo no salía bien, las posibles consecuencias no serían tan desastrosas. Me daría un margen de error. Porque aunque la confianza había aumentado y el miedo disminuido, una parte de mí seguía pidiendo precaución. No podía lanzarme de cabeza, pero al menos ahora sabía que no estaba paralizada por el miedo. Daría un paso, lento pero seguro.
Opté entonces por el Escenario 2, en el que tomé una decisión más prudente: compartir sólo una parte del secreto, una versión menos delicada. Quería ver cómo Carla manejaba esa información antes de confiarle el peso completo. Si podía guardar esto, tal vez podría confiarle lo demás. Era una prueba sutil, un tanteo para medir si la amistad era lo suficientemente fuerte como para sostener mi vulnerabilidad.
Le conté lo justo, algo que me permitiera observar sin exponerme del todo. Carla, para mi alivio, mantuvo el secreto intacto. No hubo comentarios a terceros, ni señales de descuido. Actuó como una amiga leal, discreta, tal como había esperado. Este pequeño acto de confidencialidad me hizo sentir que, después de todo, había sido un acierto confiar en ella.
Historial de confidencialidad (G): El hecho de que Carla guardara esta primera parte del secreto sin ningún problema reforzó mi confianza en ella. El valor que le asignaba a su historial de confidencialidad aumentó, pasando de un modesto 0.5 a un sólido 0.8 o 0.9. Ver que podía confiar en ella me hizo pensar que tal vez había sido demasiado cautelosa al principio.
Miedo a ser traicionada (A): El miedo a ser traicionada, que antes estaba en un 0.5, disminuyó aún más, a un moderadamente bajo 0.3. La evidencia de que Carla podía guardar secretos sin problemas alivió gran parte de mis preocupaciones. Claro, el miedo nunca desaparece del todo, pero ahora estaba mucho más en control, reducido a un murmullo en lugar de un grito constante en el fondo de mi mente.
Deseo de compartir la carga emocional (B): Algo inesperado sucedió al notar que Carla guardaba mi confianza: mi deseo de compartir la carga emocional aumentó considerablemente. De un 0.7 que ya era alto, pasó a un 0.9 o incluso 1. Había estado cargando sola este secreto durante mucho tiempo, y ahora que Carla había demostrado ser digna de confianza, sentía un enorme impulso de contarle todo. Quería aliviar la angustia emocional que había estado soportando y, ahora que sabía (o más bien que confirmaba) que podía confiar en ella como siempre, el deseo de abrirme completamente se hizo mucho más fuerte.
Con esta prueba exitosa me sentí mucho más segura de compartir el resto del secreto con Carla. Ya no me detenía el mismo miedo de antes. Ahora sabía que ella era capaz de guardar lo que le confiaba, y eso me daba la certeza que necesitaba. Pero aunque me sentía más segura, aún quería avanzar con cierta precaución, paso a paso, hasta estar completamente cómoda.
Poco después, algo cambió en el trabajo. La empresa, finalmente, anunció públicamente los despidos. Lo que antes había sido un secreto angustiante, algo que temía compartir por sus posibles repercusiones, ahora era parte del conocimiento público. Este cambio en las circunstancias lo cambió todo.
Posibles consecuencias (E): Las posibles consecuencias que antes me habían paralizado, manteniéndose en un 0.9, ahora disminuyeron drásticamente. Con la información ya pública, el riesgo se desvaneció. Este factor cayó hasta un 0.4 o 0.3, porque compartir el resto del secreto ya no ponía en riesgo mi trabajo o mi reputación. La situación había dejado de ser tan delicada.
Con este nuevo escenario, la decisión fue mucho más clara. Ya no sentía la necesidad de retener nada. El riesgo era mínimo y mi confianza en Carla había crecido enormemente. Podía compartir toda la información sin miedo, sabiendo que incluso si algo se filtraba, las repercusiones ya no serían tan graves. La situación había cambiado por completo, y mi MCB también. Ahora, con un contexto diferente y una amiga leal a mi lado, podía tomar la decisión de confiar plenamente, sintiéndome finalmente libre del peso que había estado cargando sola.
Con el tiempo, llegué a entender algo clave: los factores en mi visión de la vida no son fijos. La confianza en la amistad, el miedo a ser traicionada, mi necesidad de conexión… todo eso cambia, evoluciona dependiendo de lo que pase, de lo que yo vea y sienta. Sabía que incluso después de haber confiado en Carla, la confianza podía crecer más o empezar a desmoronarse, y tendría que estar atenta para ajustar mis decisiones si algo cambiaba.
Imaginé qué pasaría si, en las próximas semanas o meses, Carla mostrara alguna señal de indiscreción. Aunque hasta ahora había sido leal, eso no garantizaba que lo siguiera siendo. La confianza es algo que puede construirse, pero también puede deteriorarse rápidamente. Si, en algún momento, notaba que Carla revelaba información confidencial de otros, aunque fuera algo aparentemente inocente, mi percepción de nuestra amistad cambiaría inevitablemente.
Confianza en la amistad (C): Si Carla empezara a ser indiscreta en otras áreas de su vida, esa confianza que había ido construyendo podría desmoronarse. Podría pasar de un sólido 0.9 a un 0.6 o incluso menos, dependiendo de la gravedad de lo que viera. Todo ese trabajo de fortalecer la confianza podría verse afectado, y yo tendría que reevaluar si seguir confiando en ella o no.
Miedo a ser traicionada (A): Si la confianza disminuye, el miedo a ser traicionada volvería a aumentar, inevitablemente. Lo que antes había bajado a un manejable 0.3 podría empezar a subir nuevamente, tal vez hasta un 0.6 o más, dependiendo de cómo Carla llevara la situación. Mi percepción del riesgo cambiaría, y con ello, mi disposición a confiarle algo delicado también--y además ahora se añadiría una enorme decepción.
Si me encontrara en un período emocionalmente difícil, es probable que mi necesidad de conexión (H) aumentara, incluso si mi confianza en Carla no fuera tan alta como antes. Tal vez sentiría la necesidad de hablar con alguien, de compartir lo que llevo dentro, no tanto porque confíe plenamente, sino porque necesito ese apoyo. En esos momentos, esa necesidad podría pesar más que el miedo o las dudas.
Necesidad de conexión (H): Podría pasar de un habitual 0.7 a un 0.9 o incluso más en momentos de crisis emocional. Y aunque la confianza en la amistad (C) hubiera disminuido por alguna razón, esa necesidad podría empujarme a buscar el apoyo de Carla de todos modos.
Y entonces, volví a pensar en la confianza previa. Lo que Carla había demostrado hasta ahora, lo que habíamos construido con el tiempo. Esa confianza previa es, en realidad, un pilar en mi toma de decisiones, porque afecta directamente a cómo veo las posibles consecuencias de confiar en ella, el nivel de miedo a ser traicionada, y mi disposición a compartir la carga emocional.
Si, por ejemplo, la confianza en nuestra amistad ha sido alta en el pasado, puedo permitirme ciertos riesgos emocionales, sabiendo que, aunque algo salga mal, lo que hemos construido antes puede sostenernos. Pero si esa confianza previa no ha sido sólida, cada pequeño desliz de Carla pesa mucho más, y mi disposición a compartir disminuye drásticamente.
Seguridad y confianza en la amistad (C): Si en el pasado Carla ha demostrado ser confiable, el peso de la confianza en la amistad siempre será un factor modulador. Incluso en momentos de duda, esa confianza previa puede evitar que mi miedo a ser traicionada (A) suba tanto. Pero si esa confianza previa es débil, cualquier señal de indiscreción hace que el miedo escale rápidamente.
Peso de las posibles consecuencias (E): La confianza previa también afecta la forma en que las veo. Si siempre he podido confiar en Carla, incluso si las consecuencias objetivas de que se filtre el secreto siguen siendo graves, me sentiré menos preocupada. Pero si esa confianza previa es débil, las consecuencias parecen mucho más probables, lo que me hace ser más cautelosa.
Disposición a compartir la carga emocional (B): La confianza previa influye enormemente en mi disposición a compartir. Si el historial de confianza ha sido positivo, mi deseo de compartir la carga emocional aumenta, porque sé que puedo confiar en Carla. Pero si hay dudas por experiencias pasadas, ese deseo de abrirme se verá limitado, incluso si necesito profundamente hacerlo.
Entender que la confianza, el miedo y la necesidad de conexión son dinámicos me permite ajustar mis decisiones con el tiempo. Puedo empezar sintiéndome segura y compartir parte de un secreto, pero si algo cambia, como un comentario imprudente de Carla, tendría que reevaluar todo. La confianza podría bajar, y el miedo, aumentar. Tal vez, en lugar de abrirme más, decidiría mantenerme reservada... ¡espero que eso no pase nunca!
Por otro lado, si mi vida se vuelve más complicada emocionalmente y necesito apoyo, podría buscar a Carla incluso si la confianza no es tan fuerte como antes, simplemente porque la necesidad de conexión sobrepasaría mis dudas. Pero sabiendo esto, también sé que es un riesgo, y podría optar por no compartir todo.
La confianza previa es el factor que modula todo lo demás para mi. Actúa como una red de seguridad o, en algunos casos, como una alarma temprana. Afecta a cómo veo el riesgo, cómo gestiono mis miedos, y hasta qué punto me siento capaz de compartir lo que me pesa. Si esa confianza se fortalece con el tiempo, podré abrirme más. Si se deteriora, me volveré más cautelosa, ajustando mi relación con Carla en función de lo que demuestre en el día a día. Así, mi decisión de confiar o no en ella sigue siendo un proceso vivo, algo que cambia con cada interacción y cada nuevo detalle que descubro.
Al reflexionar sobre todo lo que estaba sintiendo, me di cuenta de que la confianza previa que tenía en Carla jugaba un papel clave en mi dilema. No era sólo una cuestión de decidir si confiar o no en ella en este momento, sino de cómo nuestras experiencias pasadas, nuestras pequeñas confidencias y la forma en que habíamos manejado las cosas antes, influían en mis miedos y en cómo veía las posibles consecuencias.
La confianza previa que he tenido en Carla modera directamente mi miedo a ser traicionada. Si pienso en todas las veces que le he confiado algo importante y ha demostrado ser confiable, ese miedo disminuye de forma casi automática. Es como un amortiguador que suaviza la ansiedad. Si Carla ha sido leal antes, ¿por qué traicionaría mi confianza ahora? Me imagino que el miedo a ser traicionada, que antes parecía aplastante, empieza a desinflarse, de muy alto a moderadamente bajo o incluso menos. Saber que en el pasado ya hemos compartido secretos importantes sin ningún problema hace que me sienta más tranquila, como si la incertidumbre tuviera menos peso.
Pero si las cosas fueran diferentes, si Carla hubiera mostrado signos de indiscreción en otras ocasiones, todo cambiaría. La confianza se desmoronaría, y ese miedo, que ahora me parece manejable, subiría hasta lo más alto. Con una confianza baja, el miedo se apoderaría de mí, impidiéndome abrirme, atrapada en la idea de que, si confío en ella, me podría traicionar de nuevo. En ese caso, mi miedo estaría en su punto más alto, como una sombra constante, haciéndome retroceder.
También está el tema de las consecuencias. Por más que confíe en Carla, las consecuencias objetivas de que este secreto se filtre siguen siendo graves. Lo sé. Si alguien se entera de lo que está pasando, todo podría venirse abajo. Pero algo cambia cuando confío en ella. Aunque las consecuencias sean las mismas, no parecen tan amenazantes porque, en el fondo, creo que Carla no las dejaría salir a la luz. Ese riesgo, que antes veía como extremadamente alto, empieza a parecer más pequeño, tal vez medio. Mi confianza en que Carla mantendrá la confidencialidad hace que las posibles repercusiones parezcan menos inminentes.
Sin embargo, si no tuviera esa confianza, la historia sería otra. Si tuviera dudas sobre su discreción, el miedo a las consecuencias volvería a subir. Vería la posibilidad de que el secreto se filtre como algo mucho más probable, y el impacto de esas posibles consecuencias se sentiría enorme. Me paralizaría, y cualquier decisión que tomara sería infinitamente más cautelosa.
A medida que mi confianza en Carla crece, también lo hace mi deseo de compartir la carga emocional. Saber que puedo confiar en ella hace que el peso que llevo parezca un poco más ligero, como si abrirme pudiera aliviar esta angustia que me está consumiendo. En ese sentido, mi deseo de compartir se dispara de alto a extremadamente alto. La idea de contarle lo que me pasa ya no parece tan arriesgada, sino que se convierte en una necesidad casi urgente. Quiero sentir que no estoy sola en esto, y con la confianza restaurada, veo esa posibilidad más clara, más segura.
Por otro lado, si la confianza fuera baja, todo cambiaría. Aunque sintiera una gran necesidad de conexión, esa falta de confianza haría que me detuviera. Es como si el deseo de compartir chocara de frente con el miedo y la precaución. Tal vez pasaría de alto a moderado, o incluso menos. Aunque quisiera abrirme, mi mente no me dejaría, recordándome que el riesgo es demasiado grande.
La confianza previa también toca otros puntos importantes de mi decisión. Si confío en Carla, mi inseguridad disminuye. Ya no dudo tanto de si estoy tomando la decisión correcta. Siento que puedo confiar en mi juicio porque, hasta ahora, Carla me ha demostrado que sabe guardar un secreto. Y su historial de confidencialidad, algo que antes podría haber sido sólo un factor más, se convierte en un apoyo clave. Saber que en el pasado ya ha sido discreta fortalece mi decisión de confiar en ella ahora.
Pero si su historial fuera más dudoso, esa inseguridad aumentaría. Cada vez que pensara en confiar en Carla, las dudas volverían a surgir, y me sentiría atrapada entre el deseo de confiar y el miedo a que algo salga mal.
Entonces, ¿qué hacer? Si la confianza previa que tengo en Carla es alta, todo se vuelve más fácil. El miedo a ser traicionada pierde fuerza, las consecuencias parecen menos graves, y mi deseo de compartir crece. En ese caso, podría decidir abrirme completamente, sintiendo que la confianza que hemos construido es suficiente para sostenerme. Sería una decisión mucho más segura, una que no me dejaría con tantas dudas.
Pero si la confianza es baja, no puedo arriesgarme de la misma manera. En ese escenario, el miedo y las consecuencias toman el control, y mi deseo de compartir se debilita. Tal vez decidiría no decir nada, o compartir sólo una pequeña parte para ver cómo lo maneja. En cualquier caso, sería mucho más precavida, sabiendo que el riesgo es mucho mayor cuando la confianza no está plenamente asegurada.
En definitiva, esa confianza que ya he tenido en Carla es el factor que define si daré ese paso o si seguiré guardando el secreto, esperando un momento en el que me sienta más segura.
Resumen del proceso de decisión para Ana
La síntesis de todo lo anterior que Ana explica con una gran autoconciencia que de hecho le facilita el estar reflexionando directamente sobre su propio MCB, es el siguiente (consensuado con ella). Para llegar a una decisión sobre cómo seguir adelante en este bloqueo que experimenta y superar el estrés, depresión y ansiedad que le provoca ha sido importante:
- Evaluar el historial de confidencialidad de Carla: Si hay un historial positivo, el riesgo es menor. Si hay señales de alerta, es mejor ser cautelosa.
- Determinar si compartir el secreto es necesario para su bienestar emocional: Ana debe considerar si compartir la información es esencial o si puede encontrar otras formas de lidiar con la carga emocional.
- Reflexionar sobre las posibles consecuencias de la traición: Si las consecuencias son graves, debe pensarlo dos veces antes de confiar en Carla.
- Reconocer su vulnerabilidad emocional actual: Si está actuando desde una posición de inseguridad, puede ser mejor esperar.
- Tener una conversación sincera con Carla sobre la confidencialidad: Esta puede ser una forma de probar la disposición de Carla a respetar su confianza.
- Compartir sólo una parte del secreto: Esta es una opción intermedia para reducir el riesgo mientras se evalúa la confiabilidad de Carla.
- Tomarse su tiempo antes de decidir: Ana no debe sentirse presionada a tomar una decisión inmediata.
- Buscar apoyo externo: Una segunda opinión de una persona confiable o de un terapeuta, como era el caso, puede ayudar a Ana a tomar una decisión más informada incluso teniendo en cuenta su enorme reflexividad.
Al seguir este proceso, Ana podrá tomar una decisión aún más reflexiva, basada en su propio bienestar y la evaluación realista del contexto en el que se encuentra.
Ana ajustará su decisión continuamente basándose en cómo evolucionan los factores en su vida. Si el contexto externo cambia, las interacciones con Carla refuerzan o debilitan su confianza, o si las emociones internas como la necesidad de conexión y el miedo a ser traicionada fluctúan, Ana recalibraría su decisión. El uso del MCB le permite evaluar de manera flexible y dinámica su situación, adaptándose a nuevas experiencias y evitando caer en decisiones apresuradas o absolutas.
Al desglosar los factores, analizar las relaciones entre ellos y experimentar con diferentes escenarios, Ana fue capaz de usar su MCB para tomar una decisión más informada. En lugar de confiar ciegamente en una emoción dominante (como el miedo o la necesidad de conexión), utilizó un proceso reflexivo, deliberado, consciente y estructurado para equilibrar sus opciones y tomar el camino que le pareció más seguro.
Los MCBs nos ofrecen una manera enormemente flexible y matizada de entender los sistemas complejos, ya sean sociales, emocionales o interpersonales. Al reconocer que las relaciones entre los factores que influyen en nuestra vida no son rígidas, binarias ni absolutas, podemos empezar a navegar mejor la ambigüedad y la complejidad. En la terapia constructivista, los MCBs proporcionan una herramienta poderosa para ayudar a las personas a aclarar sus pensamientos y emociones, mejorando su capacidad para tomar decisiones más informadas y coherentes con su realidad.
En última instancia, aprender a operar con un MCB significa abrazar la complejidad, aceptando que nuestras decisiones no tienen que ser definitivas para ser efectivas, y que siempre podemos ajustar nuestro camino a medida que avanzamos por caminos que pueden ser largos y tortuosos.
Referencias
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