domingo, 17 de julio de 2011

DSM: Do Stories Matter? (y 2)


(Esta entrada sigue a la anterior. Todas las referencias son de los capítulos de Neimeyer, R.A., & Raskin, J.D. (2000) (Eds.). Constructions of Disorder: Meaning-Making Frameworks for Psychotherapy. Washington DC: American Psychological Association.)



Evaluación psicológica: ¿Diagnóstico médico o diálogo transformativo?

En la sección siguiente de este volumen (compuesta por los capítulos de (i) Efran y Cook, (ii) Johnson, Pfenninger y Klion y (iii) Leitner, Faidley y Celentana) el enfoque tradicional del psicodiagnóstico también se somete a una desconstrucción y reconstrucción transformativa.

El capítulo de Efran y Cook resulta proverbial a este respecto, pues empieza equiparando toda la psicoterapia a una tarea diagnóstica, difuminando así la noción médica tradicional de que el diagnóstico y el tratamiento son procesos netamente separados que sólo pueden llevarse a cabo con éxito uno después del otro.

Siguiendo un enfoque influido por el constructivismo radical de Maturana y Varela—aunque no exclusivamente—y fuertemente fundamentado en una visión constitutiva y social del lenguaje, Efran y Cook proponen que la psicoterapia sea considerada un ejercicio de honradez (inter)personal. Plantean que lo que trae a los clientes a terapia no es necesariamente ningún tipo de “deficiencia” o síntoma de enfermedad mental, sino conflictos interpersonales disfrazados y mantenidos por ambigüedades lingüísticas.

Si bien no la mencionan en este trabajo en concreto, su perspectiva es en cierto modo paralela al concepto de Wittgenstein de “juegos de lenguaje”; formas lingüísticamente mediadas de pautar las relaciones y acciones conjuntas.

El capítulo de Efran y Cook da la sensación de que enfocan su trabajo terapéutico con sus clientes como si estos se estuviesen “haciendo trampas” en vez de jugar a sus juegos de lenguaje honestamente. Por supuesto, tal engaño puede exigirles que se  mientan a sí mismos tanto o más que a los demás.

La tarea de los terapeutas es así la de utilizar sus habilidades conversacionales deconstructivas y reconstructivas para identificar y poner en cuestión las confusiones e “hipocresías lingüísticas” de sus clientes y ayudarles a reconstruirlas. La terapia se convierte en un diálogo claro y directo orientado al fomento de la honestidad con uno mismo y los demás, a dejar de negar o fragmentar aspectos significativos de la experiencia, a asumir la responsabilidad sobre las propias opciones, preferencias y acciones. Vista así, la psicoterapia pasa de una “curación médica” a una conversación liberadora y renovadora.

Otra manera de deconstruir y problematizar el límite rígido entre “diagnóstico” y “tratamiento” es la que se plantea en el capítulo de Johnson, Pfenninger y Klion. En este caso, su oferta se basa en la noción clásica de George Kelly de “diagnóstico transitivo”, es decir, su idea de que las etiquetas diagnósticas no se deben utilizar como “casilleros nosológicos” sino como formas creativas y dinámicas de tender puentes entre el presente del cliente y su futuro para permitir que el terapeuta tome una parte activa en ayudar al cliente a construir tales puentes y a cruzarlos con seguridad.

El mismo enfoque del diagnóstico como forma de tender puentes que lleven a cambios significativos constituye el núcleo del capítulo de Leitner, Faidley y Celentana. En este caso, los autores presentan y comentan una serie de dimensiones a tener en cuenta si se quiere plantear el diagnóstico como transición: cuestiones evolutivas y estructurales, dimensiones interpersonales de la construcción de significado y componentes vivenciales.


NOTA MENTAL: La terapia como ejercicio de honestidad, el diagnóstico como transición... ¡no todas las metáforas de la psicoterapia tienen porque ser biomédicas!